jueves, 30 de abril de 2015

¡LA BOLSA O LA MORCILLA! con TAETRO

Aquí os dejo el vídeo de una de mis últimas obras estrenadas,
¡LA BOLSA O LA MORCILLA!, representación de la mano de la agrupación teatral TAETRO, magníficos actores, mejores personas= un rato de diversión que no os dejará indiferentes.

jueves, 19 de marzo de 2015

WISLAWA SZYMBORSKA

"Lo reconozco, ciertas palabras
me crean problemas.
Por ejemplo los estados llamados ‘sentimientos’
no consigo hasta ahora explicarlos de forma exacta
Lo mismo con ‘el alma’, palabra-acertijo.
De momento concluyo que es un tipo de niebla,
en teoría más duradera que los organismos mortales.
Sin embargo, mi mayor problema es la palabra ‘soy'.
Tiene la apariencia de una acción común,
realizada de forma general, pero no colectiva,
en un antetiempo presente,
de aspecto imperfectivo,
si bien, como se sabe, ya hace mucho perfectivo”.
Confesiones de una máquina lectora.
Wislawa Szymborska



Quedará para siempre en la memoria literaria este poema de la Nobel polaca definitorio por antonomasia de su propia esencia: la de una mujer de curiosidad ilimitada que se dejaba constantemente sorprender por lo que la vida podía ofrecerle. En la autora eslava confluían sabiduría, sentido del humor y una capacidad ilimitada de sentir, rasgos que se trasladaban naturalmente a sus poemas concitando las emociones de los lectores menos receptivos. Por eso vivimos, Llamando al Yeti, Si acaso, El gran número y Gente en el puente son solo algunas muestras de lo que Wislawa Szymborska era capaz de hacer con las palabras.
Tímida e irónica, gran observadora de la realidad circundante, sabía combinar estas cualidades para dar forma a escritos capaces de resumir las inquietudes que acucian el alma humana. Metáforas de aquellos collages que durante casi cuarenta años elaboró para sorprender a sus amigos con recortes de revistas escogidos al azar. Ella misma era un reflejo de sus poemas: sencilla, discreta, resuelta a permanecer con los pies sobre la tierra. Esa tierra que la vio nacer y de la que se resistía a separarse en cualquier caso. De hecho, rechazaba con frecuencia posibles entrevistas, sobre todo si realizarlas implicaba desplazarse fuera de su ciudad de residencia, Cracovia. «Ya viajaré cuando sea más joven», aseguraba en tono jocoso, dando por zanjada la cuestión. Trataba, en la medida de lo posible, de escapar de los grandes discursos y de la notoriedad. Porque a ella interesaban, ante todo, las acciones. Pero silenciosas. De ahí que solo un año después de su muerte fuese de dominio público el hecho de que donara gran parte de la cantidad recibida como premio por el Nobel obtenido en 1996 a escritores necesitados de ayuda. Así lo revelaba el que fuera su secretario, el joven poeta Michal Rusinek, que además preside la fundación que lleva su nombre. Con todo, alguien sensibilizado con el paso del tiempo, la niñez, el peso de la memoria, los problemas de la época que le había tocado vivir; capaz de emocionar atendiendo a esos pequeños detalles que solo advierten quienes envuelven el mundo en una mirada inquisitiva, no puede pasar desapercibido.

viernes, 20 de febrero de 2015

AMOR


La noche en que me disfracé de angelito no tuve tanta suerte como esperaba. Tú me habías advertido que aquel atuendo no casaba con mi personalidad. Pero ya sabes lo terco que soy, y cuando algo se me mete en la cabeza no hay dios que me impida llevarlo a término.
Como aquella vez que trepé hasta tu cama envuelto en una piel de león, y a punto estuve de devorarte, y después me puse el traje de curandero para sanarte las heridas que el león te había infligido a base de zarpazos y dentelladas.
Tú llorabas y suplicabas que te dejara ir, así que tuve que desprenderme de la ropa para recordarte que no podía ser, porque soy tu marido.

Aquella noche había querido repetir con el disfraz de borracho. La emprendí a golpes con una farola, para que vieras lo bien que me metía en mi papel. Pero, en lugar de felicitarme, tú me rogabas que abandonara ese juego.
Y, mira que, por darte el gusto, me coloqué la túnica y las alitas. Pero cuando me asomé a la ventana sentí la violencia del viento que me empujaba, arrojando mi cuerpo al vacío hasta dar con los huesos en el asfalto. Tú estabas en la ventana y sonreías.

jueves, 1 de enero de 2015

PEPO Y LOS TRES REYES

EL GRAN DÍA, CADA VEZ MÁS CERCA. RENACE LA ILUSIÓN...
ME PERMITO RESCATAR ESTE CUENTO QUE ESCRIBÍ EL AÑO PASADO PARA UNA PUBLICACIÓN INFANTIL. ESPERO QUE OS GUSTE.



En algunas partes del mundo quedaban todavía niños incrédulos resueltos a poner en duda la magia de la Navidad. Taponar las chimeneas, esconder los calcetines o beberse el licor destinado a unos sedientos Reyes eran sólo algunas de las travesuras con las que estos pequeños demonios ponían a prueba año tras año a sus graciosas Majestades. Se trataba de niños obstinados, reacios a soñar. Niños con tanta prisa por crecer como las amapolas en primavera.

Este año Pepo se había sumado al grupo de pícaros, y no veía la hora de que llegara la noche del cinco de Enero para pillar in fraganti a los famosos Reyes y acabar de una vez por todas con esa leyenda que los había convertido desde hacía décadas en misteriosos amigos de los niños de gran parte del Planeta.

Para sobrellevar las incomodidades de una noche en vela, Pepo se había hecho con todas las reservas de café de la despensa. A puñados se metió los granos en la boca, a pesar de que las arcadas a punto estuvieron de dar al traste con su propósito. Había asegurado los pestillos de puertas y ventanas porque confiaba en que el ruido que forzosamente harían los tres Magos al tratar de abrirlas lo desvelaría en caso de que Morfeo le jugara una mala pasada. Y, por último, tenía preparada la cámara de fotos para inmortalizar el momento en que sus Majestades se aspaventarían, llevados por la sorpresa. Estaba, en conclusión, listo para destapar el gran secreto. Ese que durante generaciones había dotado de una popularidad inmerecida al trío de hombres. Si alguno antes que él se hubiera devanado los sesos habría obtenido su momento de gloria. El que ahora estaba reservado a Pepo gracias a su astucia y valentía. Poco le importaba renunciar a sus regalos. La recompensa era mucho más jugosa que simples muñecos y juegos de mesa.

Pepo dejó pasar las horas acunado por el tictac del reloj de su dormitorio. No podía calcular el tiempo que tardaría en lograr su objetivo, aunque sospechaba que los Reyes aparecerían más tarde que temprano en escena. Aguardó pacientemente, con los ojos tan abiertos como el sueño le permitía, y hasta tuvo la impresión de que sus orejas habían tomado la forma de las de un murciélago por lo bien que sus oídos detectaban cada sonido producido alrededor.

El inconfundible golpeteo de los cascos de unos animales sobre la calzada lo impulsó a levantarse de un salto. Se alejó de la cama a la velocidad del rayo y bajó las escaleras como gacela perseguida por una fiera. Más que correr volaba en su ansia por alcanzar el salón a tiempo de descubrir el truco tan celosamente guardado. Nadie podía llegar a tantos sitios en una sola noche. Era más que seguro que los Reyes debían utilizar emisarios para repartir sus regalos en aquel tiempo récord. Y ahí estaba Pepo, dispuesto a llevar la noticia a todos los rincones.

La puerta del comedor había sido atrancada por dentro y Pepo pasó unos angustiosos minutos luchando en vano contra el pestillo. Lo golpeó, trató de forzarlo. Pero éste sólo cedió unos momentos después, justo en el preciso instante en que una ráfaga de viento azotaba los cristales de las ventanas, dejando tras de sí un rastro de olor a incienso y mirra. Sintió un balido al otro lado de la calle, pero al asomarse no alcanzó a ver más que una estela de estrellas que titilaban en la noche oscura. En la habitación brillaban los envoltorios de los regalos alrededor de la chimenea, en dura competencia luminosa con las luces navideñas. Junto al Belén reposaban los vasos de licor que habían sido formalmente vaciados, y los zapatos rebosaban de dulces y caramelos. En letras doradas alguien había escrito un mensaje en el espejo:

LA MAGIA EXISTE. NOS VEMOS EL PRÓXIMO AÑO, QUERIDO PEPO”.

Desde aquel día Pepo no ha dejado de ser niño y su pasatiempo preferido es soñar despierto.