martes, 22 de octubre de 2013

MARKETING EDITORIAL

Todo vale en la guerra por acaparar las ventas. 
Reclamos publicitarios, destapar presuntos secretos sobre los autores y sus obras que acrecientan sus leyendas. Hasta asociar los más prestigiosos galardones literarios a rostros populares que no en todo caso cumplen los requisitos esenciales de rigor y calidad estética.

Lo último en marketing editorial es vender por la portada. 
La cada vez más feroz competencia ha puesto los cerebros de los publicistas a funcionar. Y, si antes se procuraban
ediciones cuidadas, con una caligrafía seleccionada ex profeso para deleitar la vista e ilustraciones intercaladas con vocación de embellecer el texto, desde hace unos años, dando un paso más allá, se pretende que el libro se venda por el vestido. 

Poco importa que debajo de éste pueda esconderse un cuerpo deforme. Si el volumen presenta una apariencia lustrosa no pasará desapercibido al comprador, que no al lector, vivaz.
Con conocimiento y un poco de suerte, la fachada se corresponderá con una casa habitada digna de visita. 
No obstante, de puertas para adentro no sucede siempre así y, en más de una ocasión, una vez admitido el engaño, habremos de conformarnos con adornar nuestras estanterías con bonitos objetos decorativos que jamás pasarán a engrosar la lista de inolvidables susceptibles de relectura.
DONAIRE GALANTE

5 comentarios:

  1. O por el título, cada vez son más rimbombantes, parecen los grupos musicales, como dice Eloy Moreno es el síndrome del lomo, una vez que a tu libro lo han puesto de canto no vendes ni uno. Un abrazo

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    1. Ciertamente. También se vende por el título! un abrazo, Jose Antonio. Siempre tan puntero..

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  2. Las portadas bien ilustradas siempre han sido un reclamo... otra cosa es el contenido ya se sabe que muchas películas se venden por el trailer y con un mal trailer te puedes cargar la taquilla y hacer que la gente no vaya a ver el film :) Un abrazo

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  3. Comprar un libro hoy en día para es un lujo, me tengo que documentar mucho antes de arriesgar a invertir en algo que es para siempre. Un abrazo.

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