jueves, 21 de febrero de 2013

ARTURO PÉREZ-REVERTE

¿VALIENTE O TEMERARIO? ¿HÉROE O VILLANO?
Admirado y odiado a partes iguales, 
Pérez-Reverte se mueve con soltura en el espinoso terreno de la crítica política y social.
Igual que un Robin Hood del siglo XXI, quita y reparte, porque tiene para todo el mundo.
Si efectivamente posee patente de corso, como presume en su columna semanal, ha de tratarse de un documento expedido a instancias de su voluntad de justiciero.
Podría achacársele que, desde la inmunidad que otorga haberse convertido en un superventas, resulta más cómodo esgrimir cierta clase de argumentos.
Pero lo cierto es que Pérez-Reverte lleva más de veinte años levantando la espada de Damocles; concretamente, desde que allá por el año noventa y tres abandonase el programa Código Uno de RTVE por considerar que contenía "basura".
Directo, independiente, con un humor ácido y dominio de la ironía, si goza de una posición privilegiada en el mundo de la cultura y el arte es gracias a una dilatada trayectoria jalonada de éxitos.
Novelista y articulista, quizás su criatura mejor ponderada haya sido Alatriste
Al respecto, es justo atribuirle el mérito de haberle dado vida a uno de esos personajes literarios que terminan por desligarse de su creador, resueltos a caminar solos en el difícilmente conquistable universo del lector medio. 
Alatriste, como su autor, disfruta por méritos propios de un lugar destacado en la historia de nuestra Literatura más reciente. 
Y, como digno representante de muchas de las virtudes y defectos de sus compatriotas, lo admiramos en la misma medida que al escritor que nos lo regaló.
DONAIRE GALANTE

jueves, 7 de febrero de 2013

EL SECRETO DE LA SANTA HERMANDAD



           Lo guardé cuidadosamente bajo la saya antes de abandonar el monasterio. El viaje que me aguardaba era largo y tortuoso. Apenas contaba con unas pocas monedas para llegar a mi destino y muy poca ayuda, pues todos mis compañeros habían desaparecido a manos de la Santa Hermandad. 
Si lograba mantener el manuscrito a buen recaudo hasta alcanzar el otro lado del río aumentarían mis posibilidades de sobrevivir. Conocer un secreto de tanta magnitud significaba arriesgar la vida, especialmente cuando la intención era llevármelo a la tumba.
      Atravesé el jardín con sigilo. Los religiosos dormían. El silencio nocturno era sólo interrumpido por el graznido ocasional de las lechuzas o el canto de grillos y chicharras. 
“Lo lograré”, me repetí mientras avanzaba en dirección al bosque. Con aquella indumentaria jamás me reconocerían. “Además, una mujer jamás levantará sospechas entre los habitantes de la comarca”.

DONAIRE GALANTE