Podría decirse que Charles Dickens fue pionero en lo que a novela social se refiere. La miseria, el desaliento y la esperanza a pesar de todo, el calor del hogar, la realidad que lo rodeaba y preocupaba constituían los temas principales de sus textos.
Era Dickens uno de esos tan escasos y necesarios escritores polemistas, cuyos artículos periodísticos no dejaban indiferentes a sus contemporáneos. Observador y crítico, no se mostraba dispuesto a asimilar las normas de una sociedad decadente y clasista, que manifestaba su notable hipocresía defendiendo unos valores rancios y absurdos que, sin embargo, no llevaba a la práctica.
Los niños explotados en trabajos inhumanos, la prisión como consecuencia de la pobreza, la tragedia de una prostitución como mal inevitable o la corrupción burocrática fueron algunos de sus argumentos recurrentes.
Fue por ello precursor de una literatura innovadora en muchos aspectos. Una literatura no exenta de humor e ironía que reflejaba la vida cotidiana de la Inglaterra victoriana.
Su extremada sensibilidad le llevó a crear personajes de hondo calado: Ebenezer Scrooge, Fagin, Mrs. Gamp, Charles Darnay, Oliver Twist, Micawber, Pecksniff, Sam Weller, David Copperfield y otros tantos engrosan hoy las listas de compañeros inolvidables de las bibliotecas y librerías de todo el mundo.
La crítica social, en definitiva, es uno de los rasgos más destacables de la personalidad literaria y artística, aunque también humana, de uno de los escritores más populares de todos los tiempos.
Donaire Galante